¿Otro choque al sistema?
26 de enero de 2022
La mayoria de la población recuerda a Ronald Reagan y Margaret Thatcher como los grandes impulsores del neoliberalismo, sin embargo, la fuerza de este movimiento económico encontró sus inicios en Chile a los principios de los años setenta con el dictador Augusto Pinochet liderado de la mano del economista Milton Friedman, ganador del Premio Nobel de Economía en 1976.
El sueño de Friedman consistía en devolver a las sociedades a un estado de capitalismo puro, limpias de todas las interrupciones: regulaciones gubernamentales, barreras comerciales e intereses arraigados. A lo que el llamaba la Trinidad del Libre mercado.
Friedman junto con sus estudiantes chilenos de la escuela de Chicago redactaron un escrito llamado “el ladrillo”. Dicho documento fungió como guía para implementar todos los cambios necesitados para alcanzar tan ansiada utopía neoliberal. Un "sistema político" donde solo impera el "capitalismo salvaje" o el mercado como medida para resolver cualquier problema.
Antes de la intervención de Friedman en tierras chilenas, la mayor parte de paises emergentes de Latinoamérica gozaban de un fuerte estado de desarollo económico interno basándose en medidas como proteccionismo e inversión en infraestructura, lo que impulso un potente crecimiento, permitiendo que la brecha entre clases sociales se fuera disminuyendo.
En los siguientes años estas medidas corporativistas causarían una crisis de deuda que obligaría a los países a “privatizarse o morir”. Friedman y sus discípulos explotaron los momentos de conmoción en otros países, para saldar la balanza a su favor. Los gobiernos de Occidente aceptaron el “tratamiento de choque” vendiendo sus recursos a entidades extranjeras con la promesa de que los salvaría de un desastre más profundo. Chile fue la génesis del terror.
Un término más preciso para un sistema que borra los límites entre el gobierno y las grandes empresas no es liberal, conservador o capitalista, sino corporativista. Sus principales características son las enormes transferencias de riqueza pública a manos privadas, un abismo cada vez mayor entre los deslumbrantes ricos y los pobres. Para aquellos dentro de la burbuja, no puede haber una forma más redituable de organizar una sociedad.
El corporativismo, originalmente se refería al modelo de Mussolini de un estado policial administrado como una alianza de las tres principales fuentes de poder en la sociedad: el gobierno, las empresas y los sindicatos, todos colaborando para garantizar el orden en nombre del nacionalismo.
Lejos de liberar el mercado del estado, estas élites políticas y corporativas simplemente se han fusionado, intercambiando favores para asegurar el derecho a apropiarse de recursos preciosos que antes eran de dominio público.
Eventos de magnitud similar ocurren en estos momentos, en donde un choque al sistema caracterizado por un estado de temor y pánico permanente vienen a cambiar las reglas del juego en todos los sentidos, sirviendo como una poderosa herramienta psicológica que nos distrae de lo que realmente esta sucediendo. El Covid como concepto estará con nosotros hasta que se produzca esta transformación completa de la economía mundial, fungiendo como un experimento de reorganización social a escala planetaria. Los daños sociales, económicos y educacionales vendrán a desestabilizarnos en formas que jamás imaginaríamos.
Quizá uno de los objetivos de la pandemia es pasar de un modelo de liberalismo democrático a un totalitarismo global digital.
Estamos ante el mayor cambio de paradigma en la historia de la humanidad.