6 de agosto 2023
La adicción se refiere a la urgencia persistente y compulsiva, ya sea a nivel físico o mental, hacia una sustancia, conducta o actividad que genera una costumbre y provoca consecuencias perjudiciales en términos físicos, psicológicos o sociales. En general, este fenómeno suele dar lugar a síntomas específicos (como ansiedad, irritabilidad, temblores o náuseas) al abstenerse de dicha adicción. El estado de adicción puede ser descrito como un patrón conductual en el cual el individuo carece de control sobre sí mismo.
Lo que generalmente nos viene a la mente al considerar el concepto de adicción son las adicciones convencionales con las que ya estamos familiarizados, tales como el alcoholismo, la drogadicción, el comportamiento sexual compulsivo, las apuestas, los videojuegos y, más recientemente, el uso excesivo de redes sociales. Este último punto, sin duda, merece ser abordado en otro contexto.
No obstante, hay una cuestión que de manera discreta se ha arraigado en la cultura desde hace tiempo y que se ha vuelto común sin recibir la atención prioritaria que realmente merece: la pornografía.
¿Qué tiene de malo?
Sin embargo, ¿qué tiene de malo? El verdadero problema radica en que la intensa excitación que genera la pornografía puede afectar negativamente nuestra capacidad de razonar. Nos esclaviza a nuestros impulsos y deseos más básicos, dejándonos a merced de nuestros instintos carnales.
Lo más preocupante de la adicción al sexo es que nuestro propio cerebro produce sustancias químicas adictivas de forma natural. A diferencia de las drogas o el alcohol, la pornografía estimula la liberación de químicos adictivos en nuestro cerebro, creando una dependencia que puede ser difícil de romper. Es como drogarnos con nuestras propias sustancias químicas internas.
Estos químicos generan un estado de alta excitación y, una vez liberados, tienen un efecto inmediato en nuestro cerebro y cuerpo, pero su efecto es de corta duración. Por lo tanto, la persona adicta puede verse atrapada en un ciclo repetitivo, buscando constantemente esa estimulación que la pornografía proporciona.
Este ciclo altera la química cerebral con el tiempo, llevando a la necesidad de más excitación para sentirse "normal". La adicción a la pornografía se complica aún más cuando se combina con la masturbación, ya que se liberan cantidades significativas de sustancias químicas en el cerebro. La emoción y la estimulación se convierten en un potente atractivo para el adicto, liberando, entre otras cosas, endorfinas que actúan como analgésicos naturales.
Mientras la sociedad ignora este problema, la pornografía y las tasas de adicción al sexo están alcanzando nuevas alturas cada año. Despertaremos en unos años y tendremos una epidemia de proporciones increíbles sin forma de volver atrás. Nuestro sistema social ha permitido que la codicia y el dinero destruyan las vidas de hombres, mujeres y sus hijos. Las familias están siendo destruidas, mientras que aquellos que producen tales medios están cosechando los beneficios financieros.
La ubicuidad del porno
La realidad es que hoy en día estamos constantemente expuestos a una avalancha de pornografía. Parece que por dondequiera que vayamos, no podemos evitar encontrarnos con contenido que degrada a las personas y las convierte en meros objetos. Su presencia constante en la sociedad ha llevado a una normalización y, en algunos casos, hasta a una aceptación aplaudida por parte de algunas personas. La exposición a la que nos encontramos a contenido pornográfico es algo que jamás se había visualizado.
¿Han notado cómo en mensajes de texto, series de televisión o redes sociales, se ha vuelto más permisible mostrar imágenes explícitas? Es como si la pornografía se hubiera infiltrado en todos los rincones de nuestra vida diaria. Siendo las primeras victimas de este proceso de insensibilización niños y adolescentes. Asimismo, observamos cómo nuestras conversaciones y temas de interés han evolucionado hacia lo sexual y lo erótico.
Esa misma ubicuidad ha dado lugar a una mayor aceptación, lo que implica que la sociedad ha adoptado una actitud más flexible ante estímulos cada vez más intensos y exigentes. Como consecuencia, el anhelo de una sobreestimulación se ha incrementado progresivamente. Me embarqué en la tarea de recopilar datos estadísticos acerca de las búsquedas actuales en la plataforma líder de contenido sexual (Pornhub.com), y lo que descubrí simplemente me lleva a reconocer la degradación colectiva y el desorden sexual que imperan en la sociedad. El meollo del problema reside en el individuo mismo; el consumo de pornografía resulta perjudicial, ya que atenta contra la esencia fundamental del ser.
Hasta el día de hoy, la pornografía ha evolucionado para convertirse, en mi opinión, en una de las herramientas más poderosas de manipulación mental, afectando al individuo en una amplia gama de aspectos que culminan en la total desintegración de su identidad. La persona queda prisionera, a merced de deseos perniciosos. Este estilo de vida resulta extremadamente distante y frío, suprimiendo la virtud humana y alimentando los instintos más salvajes que todos compartimos.
El problema es real y no solo puede generar adicción, sino que también distorsiona nuestra percepción de la intimidad y las relaciones saludables. Estamos siendo bombardeados con mensajes que nos dicen que el sexo es solo un juego y que es aceptable tratar a las personas como meros objetos de deseo. Nos convierte en meros objetos de consumo destruyendo la imagen sagrada de lo que significa la unión del hombre y la mujer, desintegrándote totalmente de tu sexualidad.
Los principales investigadores de violencia sexual Neil Malamuth, Ed Donnerstein y Dolf Zillman afirman que, en general, La pornografía desensibiliza. La exposición a estos materiales, ya sean violentos o no violentos, coercitivos o no coercitivos, aumenta experimentalmente el comportamiento agresivo masculino contra las mujeres y disminuye la sensibilidad masculina y femenina a la violación y la difícil situación de la víctima de violación.
Las imágenes permanecen en nuestras mentes, crean lazos del alma, cambian la forma en que vemos el sexo, cómo tratamos a las mujeres y reconectan nuestros cerebros. La pornografía es peor que cualquier droga ingerida porque cuanto más vemos, más queremos. Así como un usuario de drogas debe consumir mayores cantidades de drogas o drogas más poderosas para lograr el mismo "alto", la pornografía arrastra a una persona más y más profundamente en adicciones sexuales duras y deseos impuros.
Los números no mienten
El incremento estratosférico en los últimos años del consumo de porno grafía han sido un claro ejemplo de la pérfida decadencia moral que se vive en el mundo actual. Así mismo la facilidad que se tiene al poder ingresar a este tipo de contenido desde cualquier lugar del mundo sin ninguna restricción
En la última década, hemos sido testigos de un sorprendente fenómeno en línea: el ascenso meteórico de Pornhub, que se ha convertido en el sitio con más visitas a nivel mundial. Sus cifras de crecimiento diario son impactantes, pasando de 5 millones de visitas a 75 millones en tan solo nueve años. Sin duda, estas cifras reflejan son alarmantes, haciendo reflexionar sobre las complejas implicaciones y las causas de este fenómeno
En primer lugar, es evidente que la tecnología ha transformado la forma en que consumimos información y entretenimiento. El fácil acceso a Internet ha permitido una amplia difusión de contenidos, y, desafortunadamente, no todos son positivos o éticos. El auge de sitios como Pornhub nos enfrenta a la realidad de que la pornografía, que en muchos casos es explícita y dañina, ha encontrado un público masivo en todo el mundo. Esto nos lleva a cuestionar cómo la exposición a este tipo de contenido afecta nuestras perspectivas sobre la sexualidad, las relaciones y la intimidad.
Por otro lado, el éxito de Pornhub puede considerarse un reflejo de la demanda humana inherente de intimidad y conexión, simplemente esta se esta buscando de una forma desordenada. Su popularidad radica en una insatisfacción con nuestras relaciones sociales y emocionales. En parte es reflejo de una sociedad solitaria desprotegida, abandonada, expuesta a estos ataques desde una edad muy temprana en la niñez Es fundamental recordar que la pornografía no sustituye la intimidad genuina y la conexión emocional que necesitamos como seres humanos. La búsqueda de gratificación instantánea a través de la pantalla puede alejarnos de una experiencia significativa y plena en nuestras vidas reales.
¿Qué buscamos en realidad?
Para muchas personas, controlar sus pasiones sexuales puede ser una verdadera lucha. A veces, basta con una pequeña chispa para encender el fuego de la lujuria. Sin embargo, la lujuria incontrolada genera problemas gravísimos en la estructura social.
Es fundamental comprender que el origen de muchas adicciones se encuentra en las heridas emocionales que llevamos dentro. A lo largo de nuestras vidas, todos enfrentamos situaciones difíciles, traumas y experiencias dolorosas que pueden dejar una marca profunda en nuestro ser. La adicción radica en buscar escaparse del momento presente de estrés o insatisfacción que está brindando un sufrimiento mental.
Estas heridas emocionales actúan como un terreno fértil para el desarrollo de adicciones. Las personas pueden recurrir a comportamientos adictivos, como la pornografía, como una forma de escapar del dolor emocional, el estrés o la soledad. La búsqueda de la excitación y la gratificación inmediata puede ofrecer un alivio temporal, pero a largo plazo, solo perpetúa el ciclo de adicción.
Las adicciones pueden ser una manera de evadir el dolor, la vergüenza o la baja autoestima que provienen de esas heridas no sanadas. En lugar de enfrentar y procesar el dolor emocional, se busca en las adicciones una vía de escape, una forma de sentirse temporalmente "mejor".
Como alguien que conoce del tema, puedo confirmar que su influencia puede tener un impacto destructivo en tu mente. Aunque no experimentaras depresión, ansiedad u obsesiones compulsivas antes de la exposición a la pornografía, es posible que te enfrentes a estos problemas a medida que continúas consumiéndola. Incluso si ya los experimentabas, es probable que estos aspectos de tu vida empeoren significativamente. La pornografía gradualmente altera la manera en que percibes a las mujeres, de manera sutil pero persistente. Al principio, es posible que no lo notes, pero con el tiempo, este cambio se manifestará.
Cada aspecto de tu ser puede quedar subyugado por la gratificación sexual, y es posible que te sientas vacío cuando no estás buscando esta estimulación. Puedes encontrarte en un estado de presión en donde la gratificación se convierte en este premio ilusorio, en tu escape momentáneo al sufrimiento presente. Sin embargo, esta soledad no es realmente auténtica; en su lugar, es el cerebro buscando la liberación sexual.
Es importante destacar que la situación no es irremediable. A lo largo del tiempo, el cerebro tiene la capacidad de reorganizarse y sanar. La felicidad y la recuperación son posibles, pero solo si decides eliminar por completo la pornografía y la estimulación sexual artificial de tu vida. Si te encuentras inmerso en esta situación, te insto a considerar dar un paso atrás ahora mismo. Y si aún no has tocado el porno, no lo hagas. NUNCA.
Recuperar lo perdido
Lo que solía ser considerado un asunto estrictamente privado, como la sexualidad, se ha vuelto cada vez más público y abierto, abandonando por completo la virtud protectora de nuestra intimidad, el pudor.
El pudor actúa como una barrera que nos ayuda a preservar nuestra esfera más íntima, manteniéndola resguardada de la mirada de extraños. Es una virtud que nos permite salvaguardar nuestra privacidad y ordenar más bien las miradas, los gestos, los vestidos, las conversaciones; es decir, todo un conjunto de circunstancias que están más o menos relacionadas.
Cuando perdemos el sentido del pudor, corremos el riesgo de perder el control sobre nuestra propia intimidad. Esto puede llevarnos a exponernos demasiado o a divulgar aspectos personales a personas inapropiadas o no confiables. En última instancia, esta carencia de pudor puede conducir a una sensación de vulnerabilidad y dificultar la entrega genuina de nuestra intimidad a quienes realmente la merecen.
El pudor, antes que carácter natural o cultural, tiene carácter estrictamente personal: el pudor es el modo según el cual la persona se posee a sí misma y se entrega a otra concreta.
Hoy, más que en cualquier otro momento, frente al colapso estructural que se manifiesta en todas las esferas de la sociedad, se torna imperativo restaurar los valores y virtudes que una vez sirvieron como fundamentos cruciales para la construcción de toda una civilización. En un mundo donde la saturación de estímulos y la búsqueda insaciable de hiperestimulación se han convertido en norma, es fundamental recordar que nuestra esencia humana trasciende los impulsos efímeros y las gratificaciones instantáneas.
Reconstruir una sociedad equilibrada y saludable exige que miremos más allá de las tentaciones superficiales y recuperemos el respeto por nosotros mismos y por los demás. La adicción a la pornografía y la explotación de la sexualidad solo refuerzan la desconexión de nuestra humanidad compartida.
En este punto crítico de la historia, debemos cuestionar si estamos dispuestos a permitir que la búsqueda desenfrenada de la sobreestimulación nos despoje de nuestra esencia y contribuya al deterioro de la sociedad. El restablecimiento de los valores y las virtudes trascendentales no es solo una cuestión de preservar la moralidad, sino de salvaguardar nuestra humanidad en su conjunto.
La elección está en nuestras manos.